Cada que deseamos comenzar algo nuevo, un proyecto, un trabajo, lo que sea, parece como si nuestra mente fuera nuestro peor enemigo. Mil excusas se susurran una tras otra, ya sea por perfeccionismo, o alguna condición que nos impide completar el objetivo. En el fondo sabemos muy bien que son obstaculos ficticios, inventos de nuestro peor enemigo que vive dentro, que tiene miedo al fracaso, a intentarlo, a lo distinto, al riesgo, y no nos deja avanzar, nos arrastra a la zona de comfort, a lo conocido, nos dice ¿para qué? si así estás bien, si así puedes estar… Y lo dejamos para mañana, para luego, para otro día, los planetas se alinearán y todo saldrá bien, pero no hoy, no ahora mismo.
Vas camino a casa en un día normal, cansado del trabajo y la rutina, y de pronto ves a los niños jugar en el parque. Los niños… Los niños tan ávidos de aventuras, tan resueltos. Para ellos no hay imposibles, todo es facil de hacer. A menos que un adulto venga y les diga que no, que no se puede, que es dificil, ya saben, esas cosas que a veces les decimos, y sin querer vamos destruyendo su confianza y entereza. Como adultos, en el pasar de los años, hemos olvidado que sí podemos; que debemos ser resueltos, que aunque caigamos hay que volverse a levantar, como lo hace un nene que aprende a caminar. Nunca vi a un pequeño claudicar: «¡Uff eso de caminar es dificilísimo, mejor aquí la dejamos!». Pero algo pasa cuando crecemos. Algo dentro nuestro se rompe y cuesta mucho volver a ese lugar luminoso donde el mundo se abre ante tí lleno de opciones y caminos.
Y que tal si cerramos los ojos por un momento, y guardamos nuestra adultez en una caja. Cierra tus ojos e imagina ahora mismo, toma tus miedos, tus excusas, tus «no puedo». Juntalos y metelos a una caja, luego le pones cerrojo, ponle un letrero, no abrir. Guarda esa caja, escóndela en el rincón más lejano de tu pensamiento. Abre los ojos.
Ya eres como un niño otra vez.
Ya estás listo para aventuras, para riesgos, para cosas nuevas. El mundo está lleno de opciones. ¿Qué tienes ganas de hacer? Hoy vuelves a vivir sin miedo como cuando eras un pequeño, pero aún mejor, porque ahora sabes cosas, tienes conocimiento, sabiduría y experiencia. Tienes además el poder de ser adulto, de ser dueño de tí mismo.
Observa a tu alrededor, tu mente no tiene límites, y como un niño, tienes toda tu vida por delante.